Hace relativamente poco tiempo que un par de miembros de Solano pasamos una tarde de huerta en huerta. Necesitábamos información sobre ciertos árboles y, por ello, nos acercamos a hablar con las personas que vivían en los terrenos donde se encuentran estas plantas. Ciertamente es una experiencia gratificante el acercarse a esas huertas. Acostumbrados a estar inmersos en la sociedad actual con sus prisas, sus problemas y su estrés, introducirse en esos núcleos de naturaleza hace te cambie la perspectiva de muchas cosas. Cambiar el ruido de un teclado de ordenador por el canto de un pájaro, el olor a gasolina por el olor a tierra mojada (qué maravilloso perfume), el verde de las sillas de oficina por el verde de las plantas, la sombra de la oficina por la caricia del sol en la cara…Para la persona que no está acostumbrada a eso es todo un deleite pasearse por esas tierras de cultivo. La conjunción de la persona y la naturaleza es un axioma de muchas filosofías y, en nuestra sociedad, cada vez hay más niños y niñas que viven aislados de esa naturaleza tan cercana. Y seguramente con las nuevas infraestructuras y urbanizaciones que se nos asoman en el futuro, las posibilidades de que nuestros descendientes conozcan estos singulares reductos naturales se van debilitando. Temblamos ante la posibilidad de que algún día nuestros hijos contesten como lo hacen los hijos de los habitantes de las grandes ciudades norteamericanas y japonesas. “¿De dónde vienen las naranjas?” “Pues de las fábricas”. De las fábricas dice….No, "ohmio", no. Las naranjas vienen de las huertas de El Viso. De las huertas de El Viso.